Hace un año pisé por primera vez Marruecos, fue una visita rápida pero muy intensa, estuvimos en Tánger y Asilah y nos lo pasamos genial. Coincidimos justo con el fin del Ramadán por lo cual se formó una gran fiesta y la vivimos de primera mano, la gente gritaba, corría y saltaba de alegría al ver que el mes mas duro del año se había acabado.
Cogimos un ferry en tarifa y tardamos 30 minutos en llegar al puerto de Tánger. Nada más bajar nos encontramos con el primer inconveniente, había que sellar el pasaporte dentro del ferry, cosa que no hicimos debido a nuestro desconocimiento, así que tardamos más de lo previsto en bajar del barco, ya que tuvimos que entrar de nuevo y esperar que un policía marroquí nos sellara el pasaporte.
Por fin en tierra nos dirigimos a nuestro hotel, El Atlas Rif, situado en la avenida principal de Tánger, en frente de la playa. A primera vista el hotel tenía muy buena pinta y parecía muy cómodo, las habitaciones grandes, el baño quizás era un poco lo peor, pero bueno, para un fin de semana estaba bien.
Después de dormir hasta las 16:00 debido al cansancio del viaje desde Málaga, empezamos nuestras andanzas marroquíes, lo primero que hicimos fue ir a comer algo, y mientras paseábamos por las calles y el zoco de Tánger encontramos una pastelería con una pinta exquisita, dónde nos sentamos para comer algo y luego pedimos un par de porciones de tarta que estaban buenísimas. Seguimos paseando y la verdad que flipamos bastante con la gente, la calidad de vida, la comida expuesta y llena de mocas, el poco "stress" que se sentía en las calles y la cantidad de basura que había desparramada por todos lados. He de decir que Tánger no es la ciudad más bonita de Marruecos, pero para tener una pequeña toma de contacto está bastante bien.
Delicioso.
Plaza en Tánger.
Paseando paseando, topamos con un señor mayor que nos hizo el lío y nos fue llevando a las tiendas de sus "amigos" donde adquirimos entre otras cosas, una chilaba, algún plato decorativo, especias para la comida, y demás, todo esto por supuesto regatenado con los dueños de las tiendas, ya que es obligación tanto para ellos como para nosotros. A tener en cuenta para los futuros viajeros a Marruecos, del precio que te dicen, como mucho pagar la mitad, nada vale lo que al final acabas pagando.
Callejuelas abarrotadas en Tánger.
Plaza de comercios.
Entrada al Zoco de Tánger.
Kogoyo en la mezquita.
Poco más tarde, cuando ya era hora de cenar, nos llevó a un restaurante típico de allí para turistas, donde comimos los platos más selectos y tradicionales de la gastronomía árabe, así como el Cous-cous, pastilla o el típico y delicioso Tajín. La verdad que todo estaba muy bueno, pero allí a cada uno le cobraban una cosa.
Pastilla
Al día siguiente reservamos un taxi en el hotel a las 9:00 de la mañana para que nos llevara desde Tánger a Asilah, pasando por la gruta de Hércules y un faro situado en Cab Spartel, y luego nos devolviera sanos y salvos en Tánger. El precio fue de 70€, bastante caro para ser Marruecos pero la verdad que el viaje mereció la pena muchísimo.
El taxista fue muy amable con nosotros, claro que nos iba a sajar por el trayecto, y nos hizo de guía a la vez de conductor. La gente conduce fatal por allí, no respetan nada, las rotondas horroroso, 6 o 7 personas en los taxis y los coches ... en fin, en tema de infraestructuras para la conducción he de decir que no muy bien, al menos lo que yo ví.
Al primer sitio al que nos llevó fue a Cab Spartel, las vistas maravillosas, daban a el mar, había unos grandes acantilados y bastante vegetación. Continuamos nuestro camino hacía la gruta de Hércules, un lugar encantador con una gruta que pegaba al mar, tenía una "ventana" que tenía la forma del continente Africano. Todo esto es muy turístico, plagado de mercaderes ambulantes y gente visitando la zona.
Camellos
Una vez más continuamos con nuestro camino, ahora sí, dirección Asilah. Llegamos y el taxista nos dejó ahí hasta las 17:00 que era la hora de volvernos a Tánger. Asilah es un lugar precioso, muy recomendable, calles antiguas, casas de color azul y blanco, detalles típicos moriscos, muchas tiendas, en fin, las fotos lo dicen todo, es un lugar único. En Asilah compramos bastantes cosas, una manta, una lampara, unos pendientes, unas babuchas y demás presentes.
Kogoyo en Asilah
Kogoyo en Asilah
Asilah
Asilah
Azul, el color del cielo.
Tras un largo viaje de vuelta a Tánger, volvimos a pasear por sus calles llenas de gente, las cafeterías llenas de moros tomando café, fumando y mirando a la gente que pasaba. Muchos turistas invadiendo la ciudad, dejándose pasta por todos lados y los Marroquíes encantados claro. Por todos lados se oían las palabras "Amigo, por favor", "rebajas de ramadán". Los niños pequeños pedían dinero a todos los turistas, y si les dabas algo, en seguida venían a por más. Así que no hay que mal acostumbrarles.
La última cena en Tánger nos la pegamos en frente del puerto dónde nos tomamos una fritura de pescado, la verdad que bastante normalita y nada del otro mundo, el pescado mejor tomarlo en otras ciudades.
Nos fuimos de Tánger con buena impresión aún sabiendo que no es lo mejor de Marruecos, compramos muchas cosas y nos fuimos con pena por la corta estancia en el país Africano, pero nos dirigíamos a un sitio aún mejor: Cádiz!
La catedral de Cádiz.